Entre la calle y las botellas del abuelo

5 09 2011


Enrique, “el abuelo” del parque Lezama, superó los 62 años de vida y pasó más tiempo del que quiere recordar, viviendo en las calles.

Todo el invierno anda con la gorra puesta bajo la capucha del buzo. La barba canosa y desprolija lleva ocultando su mentón toda una vida. Su pasado es un misterio, un recuerdo que no le gusta alcanzar. Su familia solo vive en su memoria, por ende, es ajena a su realidad. Vive en la calle y asegura que sufre. Sin embargo, unas escasas relaciones afectivas lo mantienen de pie. Tenía cuatro amigos con los que conformaba una especie de “comunidad”.  Dos de ellos, Jorge y Walter, se murieron.

“Me quedan dos. “El viejo” Alvarez, que lo adopté como mi papá. Lo ayudo, lo cambio”, asegura “el abuelo” haciendo referencia a uno de sus dos amigos, compañeros de la calle. “La vida en la calle es dura”, remata, tratando de retratar con sus palabras lo evidente.

Todos los días se levanta al son del clima, y de la voluntad del sol. En verano más temprano, y en invierno más tarde. La lluvia le complica el día. A peor tiempo, menos trabajo y peor condición de vida. Trabaja de “cuidacoches” todos los días cerca de “su casa”, el parque Lezama. Confiesa estar viejo para grandes recorridos y se apega a la “comodidad” de lo cercano. En la esquina que forma la calle Balcarce y la avenida Brasil espera a los autos que suben por la av. Juan de Garay  y quieren ahorrar algo de plata en estacionamiento.

“Muchos jóvenes de la Austral vienen a que le cuidemos los coches. A mi me viene bien, y a ellos también”, confiesa Enrique defendiendo su estilo de vida. “Muchos son solidarios. Pero yo necesito que sean más”, agrega, haciendo énfasis en la necesidad de actos solidarios. Al fin y al cabo, las mochilas, vestimentas y mantas que recibió de regalo, si no se las roban, son de vital utilidad para su día a día.

“La manta que tenía se la llevaron”, evoca “el abuelo”  con total simpleza. Sus palabras denotan una pizca de miedo e inseguridad por revelar el nombre de quien fue.

Cuando habla de su nieta, sus ojos  esquivan todo tipo de contacto visual y su cabeza se inclina hacia el suelo. Se muestra con mucho deseo por reencontrarse con ella, más aún que con volver a ver a su hija. Sin embargo, su situación actual lo desanima y entra en un estado de total impotencia e inactividad.

“Por que estoy sucio. Por vergüenza. Yo siento vergüenza”, responde Enrique al repasar porqué no visita a su nieta, que tanto anhelo le produce. “¿Yo voy a agarrar la mano de mi nieta, así?”, pregunta retóricamente, señalando sus manos negras de tanto trabajo y vida en la calle. “No, mi amigo. No”, se responde, por fin, y provoca un vacío en el alma.

Por último, Enrique se emociona al recordar su familia y se recompone, fastidiosamente, tiempo después. Al final, sentencia, “En la noche fría, el alcohol, a mi, me mantiene”. Tras una pausa, agrega, “Hasta que diga chau”. Apunta al cielo, con el índice de la mano derecha, y tras otra pausa, repite, “Hasta que diga chau”.

Cómo lo ví

Al abuelo lo percibí raro. Siempre lo encuentro en la misma calle, pero cuando nos ve (a mi con mi amigo, Santiago Bibiloni), trata de mostrarse más alegre. La entrevista lo inquietó y, más aún, la cámara. Sus nervios lo dominan al tocar temas incómodos, y su velocidad al hablar se frena incluso más de lo normal. Hablar de su vida le hace mal, y si lo hace, necesita de un confidente o amigo cerca. Siempre que toca el tema de su familia se pone triste. Me pareció también que está en la espera de un milagro que lo saque de la calle y lo reencuentre con su hija y nieta, pero que no sucederá si él no se esmera.





En la calle

31 08 2011

1) La profesora del pueblo

Sandra es profesora de una escuela primaria de Tres Isletas, Chaco. Fue directora del secundario, hasta hace poco, cuando dejó de serlo por conflictos en el día a día con el gobierno provincial. Su vida gira en torno la escuela y sus alumnos.

Considero que es un personaje interesante para un perfil porque es una mujer acostumbrada a una manera de vivir muy sacrificada, destinada a los otros. Creo que es interesante el punto de vista de una persona con una vida dedicada a la educación, al futuro de la argentina, más aún en una de las provincias más pobres de nuestra nación.

El perfil estaría orientado a contar un día en la piel de una profesora rural, sus preocupaciones y creencias, y los problemas de asuntos sociales que le incumben.

Cobertura:

– Nota: Describiría sus gestos y su forma de expresar

– Audio/Video/Fotos: Reflejo de ella y su personalidad

– Citas extras: Opinión de ella y personas que la conozcan (que trabajen en Ong’s que ayuden a la escuela de Tres Isletas)

2) El abuelo

Enrique, mejor conocido como «el abuelo», vive en la parque Lezama. Su trabajo está en cuidar los coches de los pasajeros que estacionan cerca de la plaza, en su mayoría, jóvenes que estudian en la Universidad Austral.

Considero que es un personaje interesante porque vive en la calle hace mucho tiempo, cuida uno de los bienes más preciados de jóvenes con distinta realidad, y abusa del alcohol para olvidar. Su estilo de vida es muy distinto al de las personas que atienden a la Austral.

El perfil estaría orientado en contar cómo fue que terminó viviendo en la calle, hace cuánto que no ve a su hija, y su opinión acerca de las adicciones.

Cobertura:

– Nota: Describiría sus gestos y sus expresiones

– Audio/Video/Fotos: Reflejo de el y su personalidad

– Citas extras: Opinión de él y sus compañeros del Parque, y alumnos de la Universidad (muchos estacionan cerca y lo conocen).